Se puede decir que un periodista es alguien que no tiene respuestas, pero sí el que hace las preguntas. Al punto que ese acto, el de preguntar, puede ser la mejor definición para el "mejor oficio del mundo", como gusta llamarlo García Márquez. Sin embargo, incluso el preguntar se ha convertido en una actividad sospechosa, peligrosa y hasta puede acarrear demandas para quién se atreva.
Ahora que la nueva doctrina legal marcada por la sentencia de El Universo es que los dueños y directivos de un medio están en la obligación de censurar a articulistas y periodistas, so pena de ser "autores coadyuvantes" de cualquier cosa; esto se puede extender aún más allá: deberán aprobar incluso la lista de preguntas que lleven los reporteros, porque dejar sueltos a semejantes "sicarios de tinta" que somos los periodistas, es un riesgo enorme.
¿Será esto el precedente, la lección ética que quería dejar como legado el Presidente de la República?
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