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jueves, 2 de febrero de 2012

Martín Santiváñez Vivanco : La cárcel y el cementerio - NOV. 15, 2011 - COLUMNISTAS - EL UNIVERSO

A pesar de la muerte de Cano, las instituciones colombianas continúan amenazadas y el desarrollo del país se ralentiza por la acción del trío perverso del narcotráfico, los paramilitares y las FARC, espadas de Damocles preparadas para una guerra de baja intensidad durante mucho tiempo. La democracia, sin dejar de perseguir al terrorismo, también debe combatir a los paramilitares y someter a los narcotraficantes, porque todos estos actores, usurpando el poder del gobierno o en abierta connivencia con sectores corruptos del Estado, se dedican a crear zozobra, radicalizando el resentimiento y perennizando la anomia. Santos tiene razón. El terrorismo solo tiene dos destinos: la cárcel o el cementerio. Lo mismo vale para los paramilitares y el narcotráfico.
La democracia liberal se funda en un estado de derecho coherente que monopoliza el uso de la fuerza. El terrorismo debe comprender, tras décadas de oscuro aprendizaje y cainismo estéril, que Colombia no se va a rendir al ucase abusivo de las balas y que la violencia no es, en absoluto, la partera de la historia, como el barbudo de Tréveris nos quiso hacer creer. La paz es posible en democracia. Una paz, por supuesto, que combata con la ley y la política el caldo de cultivo que originó tantos males. Es preciso luchar contra la desigualdad social, la miseria extrema, el elitismo ausentista y la indiferencia dolosa, viejos vicios latinos que debemos encauzar. Sí, hay que luchar, pero sin mancharnos las manos de sangre, conscientes del gran reto que, en democracia, tenemos que enfrentar.

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