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viernes, 3 de febrero de 2012

El fracaso |  HOY | 16/Noviembre/2011

Pero, en este aspecto, lo más grave es que el proceso político por el cual se llega a esta situación no es sino la desvergonzada repetición de las prácticas políticas inmorales que han hastiado al país. Se ha vuelto a depender, o bien de un patrón que ordena a sus legisladores sirvientes a desconectar su cerebro y aprobar cualquier barbaridad que este les ordene ayudados por pequeños grupitos de asambleístas en subasta que se ofrecen fácilmente para dar su voto por cualquier tontería y, mientras más estúpida sea la ley que requiere el apoyo de los tránsfugas, mejor para ellos, pues mejor negocian su increíbles piruetas discursivas.
El cambio de la política ofrecido no existe; al contrario, el retroceso es de décadas o tal vez siglos enteros.
Lamentablemente, esto no es solamente un fracaso para el Régimen. Lo es para todo el país. Asimismo, el esfuerzo de todito el país es necesario para salir de allí. Las condiciones que hacen posible semejante decadencia se derivan de dos instrumentos: el uno es el cacareo ideológico que, desde el poder, presenta la más chata, obtusa y mediocre interpretación de lo que el país requiere; y, en segundo término, es apoyado en un sistema legal que, amontonando estupideces, nos enreda en una verdadera demencia colectiva.
La Constitución es la obra maestra de la insensatez, la que, ni siquiera desde la muy endeble perspectiva neoconstitucional, puede sostenerse. El código de la democracia, un sofisticado instrumento para garantizar la mediocridad de toda organización política. Similar calificación merecen muchas otras leyes.
Lo primero debe enfrentarse forzando al debate a todos quienes con especial cobardía rehúyen de toda deliberación. Para las leyes estúpidas, la salida la dio pacíficamente Gandhi. Es la desobediencia civil.

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