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lunes, 19 de diciembre de 2011

Vanguardia y el arte de injuriar - 23/Diciembre/2010 | Explored | Archivo de Noticias de Ecuador

El objetivo es denigrar. Y que la ofensa se recuerde siempre. Yo no creo que el interés en llevarse las computadoras, supuestamente embargadas, o el registrar las carteras de las reporteras, a manos de personal armado, se deba al deseo de impedir que la publicación salga nuevamente tanto como el de difamar a la publicación y a sus periodistas. No importa cuál sea el resultado del juicio de inquilinato o si Vanguardia debía o no pagar una renta a la AGD. Lo que se quiere es descalificar a quien se considera contrario por el mero hecho de que no se somete y hace lo necesario para ejercer el periodismo con independencia. Y, por supuesto, atemorizarlos. No sólo a ellos, sino también a los demás. El método ni siquiera es original. Otras dictaduras han actuado ya de manera semejante. Quizá la más célebre, la del generalísimo Rafael Leónidas Trujillo, mandamás de la República Dominicana, cuyos servicios de inteligencia se encargaban también de liquidar moralmente al opositor al que habían hecho desaparecer.
Vituperar al contrario ahorra el esfuerzo de refutar sus argumentos. Negar el contenido del libro "El Gran Hermano, escrito por el director de Vanguardia, Juan Carlos Calderón, por ejemplo, es más fácil si, en vez de argumentar, le gritamos que pague el alquiler que debe. Una vindicación elegante de esas miserias puede invocar la tenebrosa raíz de la sátira, para decirlo en las enigmáticas frases del gran Borges.

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