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sábado, 17 de diciembre de 2011

Mis parabienes, señor Montúfar.


Mis parabienes, señor Montúfar.
Pienso que así es, precisamente, la diferencia del que hace política con el que hace politiquería. La política, como una ciencia que es, está relacionada con la búsqueda de la verdad; por eso el político verdadero defiende con la verdad (y sólo con la verdad) sus principios o postulados. En cambio, en el caso del politiquero, lo que él busca más bien es el dominio político y, en consecuencia, no le interesa la mera ciencia de la política (es decir que no le interesa la honesta búsqueda de la verdad objetiva) en todo lo que en cuanto esta no le sirva a sus personales intereses de dominio político.
Mis felicitaciones muy sentidas para el asambleísta César Montúfar, porque él está demostrando con su actitud adulta ante el insulto que, antes que nada, es un verdadero hombre político, y no un politiquero más de los tantos y tantos que hoy sobresalen, pero solamente por su número y nada más. Asimismo él está dejando con su ejemplo de comportamiento serio un legado paradigmático a las nuevas generaciones que enseña que, con la verdad en la mano, él no necesita rebajarse al mismo nivel de un oponente insultador, porque la verdad dignifica (me refiero a la dignidad alcanzada cuando uno emplea de manera cotidiana solamente la verdad, la mejor herencia para los hijos), y porque él tiene en su forma de comportamiento ordinario un accionamiento propio de un ser humano honesto.
Seres humanos como el señor Montúfar -entre otros, pero muy, muy pocos- son los que ayudan con su ejemplo de vida a consolidar de una manera efectiva el legado del sistema democrático que recibimos de nuestros ancestros (definitivamente la mejor herencia para los que nos siguen).
El pueblo ecuatoriano democrático se lo agradece muy de corazón, señor Montúfar.

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