Lo que sí es cierto, es que ser columnista no es fácil; más aún cuando desde el poder central se ataca e intenta desprestigiar a quienes escriben opiniones contrarias. En la República de Ecuador el actual gobernante ha llegado a límites insospechados en el insulto, intentando comparar nuestro trabajo con acciones delicuenciales como el sicariato; hoy él y sus seguidores nos llaman sicarios de tinta.
A pesar de que considero que he logrado vencer el miedo, debo admitir que cada semana pongo cada vez más énfasis en revisar con mucho cuidado cada letra o frase que escribo y seguramente les está pasando lo mismo a muchos de mis colegas.
Cuando los tribunales de justicia son manejados por una sola persona y, a través de viciados procesos, se busca encarcelar a opositores, ser sicarios de tinta se convierte en todo un reto; pero, al mismo tiempo, esto implica un compromiso más fuerte con nuestros lectores, porque los gobiernos pasan, las dictaduras acaban, los tiranos desaparecen, pero los ciudadanos quedamos y somos quienes vivimos y escribimos la historia.
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